¿Qué es la astrología?

by | Oct 6, 2024 | Uncategorized | 1 comment

Cuando nos acercamos por primera vez a la astrología solemos hacerlo a través de fragmentos: una carta natal compartida en redes, un horóscopo semanal, un vídeo de YouTube o un libro más o menos técnico. A partir de estas fuentes, vamos armando una definición implícita, algo así como una idea en construcción. Pero, ¿qué es, exactamente, la astrología?

El objetivo de este artículo es establecer un punto de partida común. Un lugar al que pueda remitirte cuando leas otras publicaciones y te preguntes desde qué mirada estoy escribiendo. Una especie de mapa para que estemos en la misma página.

Lo que dice el diccionario

Mi primera parada fue el Diccionario de la Real Academia Española, que define la astrología así:

Del lat. astrologĭa, y este del gr. ἀστρολογία astrología.
f. Estudio de la posición y del movimiento de los astros como medio para predecir hechos futuros y conocer el carácter de las personas.

En esta definición resaltan dos elementos que no se corresponden del todo con la realidad de la práctica astrológica:

  • Por un lado, el verbo predecir. Si bien la astrología cuenta con técnicas predictivas desde sus orígenes en la Babilonia antigua, pasando por la astrología renacentista y llegando a muchas de sus formas contemporáneas, la predicción no se refiere tanto a adivinar el futuro como a observar ritmos, tendencias y posibles escenarios.
  • Por otro, la idea de “conocer el carácter de las personas” reduce la astrología a una especie de tipología estática, como si nuestro carácter pudiera encerrarse en una fórmula fija.

Aun así, hay algo interesante en esta definición: la RAE considera que la astrología es un estudio, no una creencia. Es un matiz importante. Muchas veces, cuando se menciona la astrología, una de las primeras preguntas que aparece es: ¿tú crees en eso? Como si se tratara de creer en Dios, en los fantasmas o en los extraterrestres. Desde esta mirada, hablar de astrología es casi tan provocador como defender la homeopatía o los chakras en una cena con escépticos.

Detrás de esta dificultad para definir está el hecho de que, como cualquier diccionario o enciclopedia, la RAE y otras instituciones del lenguaje observan y condensan lo que una sociedad determinada considera verdadero, útil o aceptado. No se define “lápiz” como herramienta para escribir sin haber visto a muchas personas escribir con él. La astrología no escapa a este sesgo cultural. Cómo la nombramos dice tanto sobre ella como sobre lo que nuestra época está dispuesta a considerar valioso.

Astrología y pseudociencia

La palabra “pseudociencia” es habitual en conversaciones con quienes miran la astrología desde fuera. La RAE la define como “lo falsamente científico”, y en un entorno marcadamente cientificista y positivista, lo pseudo se vuelve sinónimo de ingenuo, inofensivo o incluso peligroso.

Sin embargo, lo que consideramos ciencia o pseudociencia no es algo fijo. Por el contrario, es una definición que cambia con el tiempo. Francesca Rochberg ha señalado que la astrología no era una pseudociencia antes del siglo XVIII. Nicholas Campion ha documentado cómo formaba parte del currículum universitario en instituciones donde hoy se estudia física, medicina o arquitectura. En ese contexto histórico, nadie habría dicho que la astrología no era seria.

Esto no quiere decir que debamos replicar sin crítica las formas del pasado. No creo que el pasado sea un lugar que idealizar. Pero sí creo que entender que los marcos desde los que juzgamos cambian con el tiempo. Nadie hubiese dicho a principios del siglo XX que la psicología era una disciplina seria, con rigurosidad, con un estudio capaz de estructurarse en función de la pedagogía y las necesidades de la sociedad. La psicología era tan pseudociencia en 1910 como lo fue hasta hace poco menos de 10 años la práctica del mindfulness.

Lo simbólico, lo poético y lo relacional también forman parte de nuestra manera de construir conocimiento y la conceptualización de la astrología no se sale de este marco.

Una tradición de más de 4000 años

La astrología ha sido muchas cosas a lo largo de sus más de cuatro milenios de historia. Por eso, no sorprende que existan múltiples definiciones. David Pingree, en el Dictionary of the History of Ideas, la describe como:

“El estudio del impacto que tienen los cuerpos celestiales (la Luna, el Sol, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter, Saturno, las estrellas fijas y, a veces, los nodos lunares) sobre el mundo sublunar.”

Este tipo de definición resulta coherente si pensamos en la astrología medieval o renacentista, donde se aceptaba que los cuerpos celestes ejercían una influencia directa sobre la Tierra. Hoy, en cambio, cualquier aproximación determinista a la condición humana genera escepticismo y tampoco la astrología escapa a este rechazo hacia el determinismo.

Vivimos en una época donde ya no se plantea el viejo dilema de “naturaleza vs. crianza” como una batalla entre opuestos. Por el contrario, entendemos que tanto la biología como el entorno interactúan de manera compleja: dos gemelos idénticos pueden tener vidas muy distintas, decisiones distintas, experiencias distintas. Si ambos tienen una predisposición genética a desarrollar determinado tipo de enfermedad mental pero solo uno de ellos experimenta en su adultez temprana con sustancias como el cannabis o la psilocibina, lo que sabemos que ocurre es que el gemelo más experimental y aventurero, abierto a las experiencias derivadas de las sustancias, desarrollará con mucha probabilidad una enfermedad como la esquizofrenia que su hermano genéticamente idéntico nunca vivirá. Lo mismo ocurre con la esperanza de vida si un gemelo fuma tabaco y el otro no. De momento, las respuestas sólidas solo las encontramos en la integración de variables orgánicas que no se pueden modificar, como lo es la predisposición a desarrollar una enfermedad concreta, junto con variables sociales, de interacción con el entorno.

Lo siguiente que nos preguntamos, entonces, es qué lugar ocupa la astrología en ese paradigma más integrador, más abierto.

Una definición contemporánea

Cuando empecé a estudiar astrología de manera seria, me sumergí en su filosofía, su historia, sus múltiples enfoques. A pesar de intentarlo, no encontraba una definición que me resultara del todo satisfactoria. Eso cambió cuando llegué a Psicocymática con mi profe Sole Davies y descubrí la definición propuesta por Patrick Curry que nos compartió por Nicholas Campion en su clase sobre historia de la astrología:

“La astrología es la práctica de relacionar los cuerpos celestes a las vidas y eventos en la Tierra y la tradición que de allí se ha generado.”
(Curry, P. (1999). Astrology. En K. Boyd (Ed.), The Encyclopedia of Historians and Historical Writing, pp. 55–57)

Esta definición me pareció clara, generosa y profundamente respetuosa por tres elementos clave:

  • Práctica. La astrología no es solo un objeto de estudio, sino una práctica viva. Se hace. Se interpreta. Se consulta. Se transmite.
  • Relación. La astrología no postula causalidades, sino correspondencias. Relacionar no es lo mismo que determinar. Lo que propone es una lectura simbólica y rítmica de los vínculos entre cielo y tierra.
  • Tradición. Lejos de ser una invención reciente, la astrología es una tradición simbólica y epistémica construida durante milenios por astrónomos, filósofos, matemáticos, médicos y poetas de distintas culturas.

La incorporación de la dimensión práctica establece un sentido bidireccional de comunicación: no me limito a observar la luna para saber en qué fase está, ni me limito a leer sobre la correspondencia de cada fase lunar en relación con la agricultura o con las rítmicas generales de la vida en la Tierra, sino que tomo apuntos, llevo un registro, debato y cuestiono. Todo esto es imposible si nos encorsetamos en la creencia, que es por definición la aceptación de una serie de hechos y postulados sin intención de conversar sobre ella.

Por otro lado, la aclaratoria de correlación y no causalidad abre varias puertas que nos llevan a varios espacios interesantes. El primero es el técnico: desde nuestra vivencia observamos patrones cíclicos, pero no establecemos una causa. Es parecido a lo que ocurre en las rítmicas entre moda y entorno social. Un ejemplo perfecto es el llamado “High Heel Index”, o índice de tacón alto, que es un término utilizado para la correlación entre crisis económicas y zapatos de tacón altos. En síntesis, cuando la economía va mal nos calzamos con tacones grandes, mientras que épocas de bonanza económica metemos los pies en zapatos planos o de poco tacón. El motivo exacto por el que esto ocurre es objeto de debate pues ninguna hipótesis ha demostrado ser más válida que el resto, pero el desconocimiento preciso de la causalidad no invalida la potencia de la correlación. Lo mismo ocurre con el lenguaje de las estrellas y su correlación con lo que ocurre a nivel personal, social y global: no sabemos qué lo causa, pero vemos el patrón que relaciona una cosa con otra.

El segundo motivo por el que la premisa de la relación, que no de causa-efecto, es interesante porque pone el centro la libertad de cada persona de elegir una cosa u otras, escapando de las sentencias e imperativos en los que podríamos caer si nos dejamos llevar por la superstición, que no es algo propio de nuestro tiempo. Esto tiende puentes entre la tradición milenaria que resalta Curry en su definición y el lugar que ocupa la astrología en nuestros días.

¿Para qué sirve la astrología hoy?

Continuando con la definición de Curry, más allá del marco teórico la astrología es una herramienta práctica. Hay quienes la consultan para reflexionar sobre sus decisiones, para entender mejor sus ritmos personales o para encontrar sentido en momentos de cambio. Se usa para planificar, para observar ciclos, para acompañar procesos de duelo, transformación o creación. En muchos casos, es una forma de conversación íntima entre el cielo y lo que estamos viviendo.

La astrología hoy no es dogma ni doctrina, pero sí un ancla que es a su vez mapa y brújula para quienes desean mirar el mundo desde los ojos de la astrología.

También hay algo profundamente emocional y afectivo en esta integración de la astrología en la cotidianidad. Para muchas personas, la astrología no solo ofrece respuestas, sino también contención. A mediados del siglo XX, el antropólogo Robert Levy encontró que la alta tasa de suicidios entre tahitianos estaba relacionada con la falta de un marco lingüistico que les permitiese nombrar sus emociones, darles espacio y construir conceptos complejos con palabras. En neurociencia cognitiva a esto lo llamamos hipocognición y lo definimos como la incapacidad de nombrar y comunicar representaciones cognitivas porque no existen palabras para ello. La tradición simbólica en la que se apoya la astrología es una manera de nombrar lo que se siente pero no se entiende. El tinte emocional de sentirse exiliado porque nuestros gustos y placeres son demasiado para nuestros pares es difícil de poner en palabras hasta que nos encontramos con la carga arquetipal de una Venus retrógrada en Escorpio en Casa 7 o Casa 11. Al darnos esta galería de símbolos que se amalgaman hasta formar arquetipos que todos hemos leído en novelas, visto en películas o conocido en persona nos permite hacer uso de la astrología como una brújula simbólica que no dicta el camino, pero que ilumina zonas que solemos recorrer a oscuras.

Libre albedrío, agencia y lenguaje celeste

Cuando decidí hacer de Sofía Malva un proyecto tangible y real me costaba mucho decidirme por una manera de plantear la astrología tal como la vivo yo. No quiero renunciar o invalidar la astrología horoscópica, pero tampoco quería partir de un sistema de determinismos que cuenta un domingo por la mañana que la siguiente semana será clave para Aries en temas de pareja, contratos y negociaciones. Más allá de la imprecisión técnica de los horóscopos así de generalistas, me interesaba reivindicar el concepto de libre albedrío, no solo como libertad de elección, sino como una forma de agencia personal.

Imagina que te cuento que el clima astrológico del día es propicio para iniciar algo nuevo, arriesgarte con un cambio de imagen o lanzar un proyecto. Pero tú decides seguir esperando y no haces nada con esa energía propicia. No hay corte de pelo, ni proyecto, ni novedad, pero no se debe a que el cielo haya fallado, sino porque tú elegiste no moverte.

Prefiero hablar de momentos o de espacios de tiempo propicios que de predicciones, adivinación o de lo que a veces he llamado sugestión imperativa que es eso que te hace creer que de ninguna manera puedes firmar un contrato durante la retrogradación de Mercurio porque eso garantiza caos, malos entendidos y resultados negativos. Aplico lo mismo durante lecturas de carta natal, o cuando acompaño a otra persona a darle sentido a la suya. Tu Júpiter retrógrado no es el culpable de tus bloqueos por creencias limitantes, del mismo modo que Saturno no te está saboteando porque está progresado en tu Casa 10. En astrología, como en la vida, somos nosotras quienes decidimos qué hacer con lo que hay.

Una conversación viva entre tu vida y el cielo

La astrología, tal como la vivo y la transmito, no es una receta de cocina ni una certeza incuestionale. La astrología es la práctica de aprender a leer un lenguaje simbólico y de ubicar este lenguaje dentro de una tradición que ha sobrevivido al olvido por una razón sencilla: nos sigue ofreciendo formas de pensar, sentir y habitar el tiempo. La astrología no busca decirte quién eres ni lo que va a pasar, sino acompañarte a mirar con otros ojos, con más perspectiva. Desde esta mirada trabajo en Sofía Malva: en contra de las respuestas cerradas y a favor de invitar a todos a una conversación entre la vida, el cielo y la libertad.

Written by Ana Sampayo

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